Dejar el azúcar y controlar la adicción al sabor dulce

Cuán adictivo puede ser el sabor dulce y su implicancia en la salud, más allá de si tienen o no calorías, si contienen o no otros nutrientes, si es azúcar refinada, edulcorante artificial u otros.

Invitada Karin Spencer Ruff

Este live los invitará a revisar como el exceso de sabor dulce puede inducirnos por diversas vías, a desarrollar enfermedades crónicas, además de la carbo-adicción misma que en sí es un problema crónico de salud mental.

Los seres humanos manifestamos una particular afinidad por el sabor dulce desde la 20ª semana de gestación. El feto traga mayor cantidad de líquido amniótico cuando éste es dulce. Pero, más allá de esa preferencia innata que muy probablemente sea parte de nuestra filogenia, por estar el sabor dulce tan asociado a un valor energético que garantiza “vida” (refiriéndose a las calorías que encierran los alimentos dulces). Se sabe hoy desde la ciencia que tanto durante la gestación como en el transcurso de los dos primeros años de vida (años llamados “La edad de oro de las papilas”), los niños, en condiciones normales, se muestran voluntariamente llanos a probar una variedad enorme de alimentos con variados sabores. Es decir, tenemos ahí una gran ventana para educar a nuestros niños el sentido del gusto y sus medidas adecuadas.


¿En qué momento pasamos de tener una afinidad particular al sabor dulce a volvernos dependientes de ese sabor?


Los niños aprenden nuestros hábitos, ellos no son adictos por sí solos, son los adultos los ayudamos en la generación de la adicción a los dulces. Los niños luego se vuelven adultos que perpetúan un modelo con sus hijos y sobrinos y luego abuelos y tíos abuelos que dan amor hecho azúcar. Porque es cultural, simplemente. Pero en virtud de la salud de nuestros niños, podemos cada uno de nosotros ser “gestores de cambios culturales” en cada uno de nuestros núcleos familiares.

El azúcar, los almidones y las harinas refinadas son una de las causas de las caries y enfermedades de las encías.

Paulina Cabrera Ogalde

Pero ¿porqué la ingesta de estos alimentos sobrepasa la posibilidad de autorregulación de un organismo, causando enfermedades en dientes y encías (por cierto, en todo el organismo)? ¿No somos acaso los adultos quienes debiéramos, no sólo predicar con el ejemplo, sino además educar a nuestros hijos al respecto, la justa medida? La propuesta moderna respecto de la enseñanza de la alimentación de los niños sugiere que los padres tienen como gran tarea cautelar la variedad de alimentos (variedad en sabores) y la calidad de éstos.

Pero la realidad nos golpea con cifras alarmantes de DM1 y DM2 (Diabetes Mellitus), obesidad, sobrepeso, explosivas a esta altura de la pandemia incluso, en edades cada vez más precoces, enfermedades que a su vez son factores de riesgo para el desarrollo de enfermedades crónicas de la boca y a la vez las empeoran.
La pregunta que nos hace la Nutricionista bioreguladora, especialista en Nutrición antiinflamatoria, Karin Spencer en este live enmarcado en la “Semana de las Encías 2021”organizada por varias Sociedades de Periodoncia de Chile, es: “…¿porqué endulzar?…

Endulzar distintas preparaciones con azúcar o con edulcorantes artificiales, incluso algunos naturales, tiene un costo biológico que debe conocerse, porque la industria nos hacer creer que porque un edulcorante artificial no aporta calorías, entonces es inocuo, pero la realidad no es así. Y además una cosa es usar un edulcorante por un período acotado de transición para ir dejando el azúcar refinada (como herramienta terapéutica transitoria, quizá) y otra muy diferente es reemplazar la adicción al sabor dulce de un azúcar refinada (incluidos los azúcares orgánicos y más integrales) por otro sabor dulce de cualquier edulcorante sin calorías; la adicción no cambia y se pueden sumar otros costos biológicos.


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